Capítulo 2 – La Sirvienta Inexpresiva

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1ª Parte (Punto de Vista de Lilia)

En su día, estuve trabajando como doncella de la guardia en el palacio de   la concubina en la capital de Asura; es la posición que le daba a las sirvientas que además se encargaban de la protección en el castillo. Y es que, por lo general, las doncellas de la guardia actuaban como simples sirvientas, pero cuando era necesario, portaban sus armas para proteger a  su señor.

Lilia realizaba fielmente su labor, su trabajo como sirvienta nunca recibió queja; como guerrera, sin embargo, era  sencillamente mediocre, motivo  por el cual recibió una herida en la pierna por  un  asesino  que  atentó contra la recién nacida princesa; en un descuido, la espada corta del oponente consiguió herirla.

La hoja de esa espada estaba recubierta de un veneno diseñado específicamente para acabar con la vida de la realeza, para  el  que  no existía antídoto ni curación mágica conocidos que  pudieran  contrarrestarlo. La herida fue tratada con urgencia, y Lilia sobrevivió gracias al esfuerzo de los médicos que  experimentaron  con varios métodos hasta curarla; esto consiguió salvarla, pero el veneno le dejó secuelas.

Estas secuelas no le causaban ningún problema en su día a día, pero jamás podría correr o saltar con su antigua fuerza, motivo que llevó a que la despidieran sin dilación.

No es nada fuera de lo  habitual.

Lilia daba por sentado que, si no era capaz de  ejercer  su  cometido,  perdería su trabajo. Y aún tras no recibir  ninguna  compensación monetaria, se consideraba afortunada por no haber sido silenciada en secreto por el simple hecho de haber trabajado en el palacio de la concubina.

Aunque el miedo a que lo hicieran ahora, me hizo marchar de la capital; porque además, nunca supieron quién fue la persona tras el intento de asesinato, por lo que, habiendo entendido cómo hacían las cosas en el palacio, llegué a la conclusión de que existía la posibilidad de ser el próximo objetivo.

Todo sea dicho, también era probable que me hubieran incitado a marcharme con el único propósito de exponer al  culpable.

Y es que siempre me había preguntado por qué alguien  sin fama,  renombre, ni familia, había sido aceptada para trabajar en el palacio. Pero ahora por fin encontré la respuesta, tan sólo querían contratar a una sirvienta capaz, que fuera fácil de descartar sin llamar la  atención.

Por mi propia seguridad y sin importar cómo, tenía que alejarme lo más rápido posible de la capital. Porque, aunque el mismísimo rey la estuviera usando como cebo, no tenía razón para ayudarle ni exponerme  más, viendo cómo no me  habían dado ni órdenes, además que tampoco sentía    la lealtad necesaria como para completar ese supuesto cometido  arriesgando mi vida.

Tras varios transbordos, llegué a Fedora, una provincia principalmente agrícola en la frontera más alejada de la capital del reino. Esta provincia,  sin contar Roa, su capital fortificada, poseía únicamente extensos campos de trigo; en resumen, era un lugar  tranquilo.

mi intención era encontrar trabajo en esta región, pero con  mi  pierna herida me era imposible conseguir un trabajo que requiriera fuerza física; una de mis opciones era trabajar como maestra de espada, pero prefería trabajar como sirvienta, porque el sueldo es mayor después de  todo.

Fedora es una región en la que hay un número relativamente alto de espadachines, sobre todo comparados con el número de sirvientes entrenados exhaustivamente para encargarse de las tareas del hogar, y el salario será mayor en los trabajos con menos  aspirantes.

Aunque sería peligroso trabajar para el gobernador de Fedora  o  cualquier noble con un estatus similar.

La lógica detrás de esa idea era que la gente de ese estrato social sin lugar   a dudas tendría trato con el rey, y si descubrieran  que trabajé  anteriormente en el palacio de la concubina, cabría la posibilidad de que decidieran utilizarme como una herramienta para las intrigas de  palacio.

Y esto llevó a Lilia a mantenerse lejos de Roa, para evitar verse  nuevamente al borde de la muerte, porque, aunque la  recién  nacida  princesa no tuviera la culpa de su intento de asesinato, Lilia deseaba mantenerse tan alejada como le fuera posible de la  realeza.

Pero, por otro lado, si el salario resulta ser demasiado bajo, no podría mandarle dinero a mi familia… Buscar un trabajo seguro, con un salario estable y pudiente no es tarea  sencilla.

 

2ª Parte

Tras deambular por la provincia durante un mes, Lilia  encontró  un  anuncio para una aldea de Fedora llamada Bonna, el anuncio era de un caballero de baja nobleza que quería contratar una sirvienta; perfecto, y encima, el anuncio informaba de que tendrían prioridad las personas con experiencia en el cuidado de niños o como  matrona.

Bonna era una aldea pequeña en el borde de  Fedora, algo más pequeño  que un pueblo, en definitiva, un emplazamiento súper  rural.

Es exactamente lo que busco, por muy incómodo que sea vivir en  un   lugar tan apartado, que el contratante sea un caballero de clase baja también es un inesperado golpe de suerte. Pero lo más importante es que conozco el nombre de su potencial  patrón.

Paul Greyrat.

Un kouhai de Lilia, hijo de un noble que de improviso irrumpió en el dojo de nuestra familia y donde aprendí a usar una   espada.

Nota: Kohai: Título japonés usado como forma de dirigirse a personas con menos experiencia o edad.

Según me contó, se había ido de casa tras discutir con su padre y había venido al dojo a aprender el estilo de espada que enseñábamos, aunque debido a que ya había estado entrenando en su casa, por mucho que fuera  en un estilo diferente, no tardó en  superarme.

No es que me extrañara, porque hacía tiempo que había aceptado mi falta de talento en ese ámbito y ya me había dado por vencida en ser la mejor; mientras que Paul poseía un talento innato para el  combate.

Tras tener un percance en el dojo, Paul se marchó, dejándome tan solo   una nota escrita diciendo voy a ser  aventurero.

En serio, ese hombre es como una tempestad en el cuerpo  de  una persona.

Desde esa despedida, ya han pasado 7 años, y todavía me sorprende que haya sido capaz de llegar a convertirse en caballero y hasta casarse. Y es que Paul no era un mal chico, a mi parecer, pero soy incapaz de imaginar   lo que habrá tenido que vivir y soportar para llegar a esa   posición.

Si le cuento lo que me ocurrió, estoy segura de  que me  ayudará…. y  si  eso no funcionara, sacaré sus trapos sucios, tengo un par de bazas para negociar.

Habiendo llegado a una decisión, me dirigí hacia Bonna, y sin pensárselo  ni un instante, Paul me dio el puesto. Por lo que parece, Zenith, su mujer, estaba a punto de dar a luz y estaban intranquilos y algo   apresurados.

En esa situación, teniendo en cuenta mi entrenamiento  y  experiencia  como matrona para prepararme para el nacimiento de la princesa, junto al hecho de ser una conocida suya, llevó a que me recibieran con los brazos abiertos.

Y para colmo mi salario era superior al que esperaba, es un trabajo que poseía todo cuanto deseaba en mi  situación.

 

3ª Parte

Llegó el día del parto, y el pequeño nació; mi experiencia en palacio llevó  a que el parto no tuviera ni problemas ni sorpresas; ni un  solo contratiempo, un éxito rotundo.

Salvo porque el niño no lloró al nacer; podía notar como gotas de sudor frío recorrían mi espalda cuando ocurrió  esto.

El pequeño dejó salir todo el líquido amniótico nada más  nacer,  tras lo  que simplemente levantó la cabeza, sin mostrar emoción alguna y totalmente en silencio. Sus facciones tan inexpresivas se acercaban más a la imagen que tenía de un  mortinato.

Nota: Mortinato: Término médico usado para describir un niño muerto al nacer.

En ese momento, decidí palpar al niño, con lo que sentí que su corazón palpitaba y que respiraba sin dificultad; aunque el pequeño seguía sin llorar, lo que me hizo recordar unas palabras de mi mentora en   palacio.

Los bebés que no lloran al nacer por lo general sufren   complicaciones…

Y en el preciso instante en que reflexionaba sobre el significado de estas palabras…

«Ah, ah.»

El bebé, todavía desorientado, la miró y balbuceó algo, lo que me hizo relajarme ligeramente.

No tenía ninguna prueba fehaciente, pero por algún motivo, sentí que no habría ninguna complicación.

Tras el parto, los padres decidieron llamar al niño,  Rudeus.

Rudeus era un niño que me hacía sentir intranquila, porque nunca lloraba   ni se agitaba. Y es que, en las primeras semanas,  cuidarle  era  muy  sencillo, lo que nos llevó a pensar a todos en la casa que el niño sería tranquilo y taciturno.

Pero eso solo fue al principio… en cuanto Rudeus aprendió a gatear, comenzó a recorrer la casa de arriba a  abajo.

No, en serio, de arriba a  abajo; la cocina, la puerta trasera, el trastero,   la despensa, la chimenea, etc, etc. Hubo una vez que hasta subió al segundo piso, por mucho que nadie comprendiera como fue  capaz  de llegar hasta allí.

Básicamente, la norma era que, si le perdías de vista, desaparecía de inmediato; aunque siempre le podrías encontrar en algún lugar de la casa, porque Rudeus nunca salió de la vivienda. En algunas ocasiones podías encontrarlo mirando por las ventanas, pero por algún motivo, parecía que  le asustaba el exterior.

No sabría decir en qué momento exacto fue, pero desarrollé un miedo irracional por el niño.

Seguramente empezara uno de los días en que lo encontramos después de perderse por la casa, porque en la mayoría de ocasiones, cuando lo encontrábamos, Rudeus estaba sonriendo. En ocasiones observando hortalizas, en otras fijándose en el bailoteo de las llamas de unas velas; en alguna ocasión, hasta mirando ropa interior sin lavar, aunque lo llamativo de estas ocasiones es que murmuraba cosas mientras mostraba una sonrisa nauseabunda.

Era de esos tipos de sonrisa que asquea solo con verla, y es que cuando trabajé en el palacio de la concubina, hubo ocasiones en las que tuve que acudir al palacio principal, y los nobles de la más alta clase que encontré  en ese lugar mostraban sonrisas  similares.

Mira que comparar la sonrisa de un casi recién nacido  con  la  de  un calvo y seboso gordo lujurioso que parecía desnudarme con la  mirada…

Aunque si  algo me  aterra del niño, es llevarle en brazos. En esos casos,   las fosas nasales del pequeño Rudeus se ensanchan, se le elevan las comisuras de sus labios en una mueca y su respiración se agita, acelerándose según hunde su cara en mi pecho, y tras eso comienza a producir extraños sonidos como Huuu y Orhhh, así como risas   ahogadas.

Cada vez que hace esto, un fuerte escalofrío recorre mi cuerpo de pies a cabeza, y no puedo evitar querer estampar con todas mis fuerzas al niño contra el suelo. Y es que Encanto es algo que este niño no  poseía, sino que en su lugar tenía una sonrisa que inquietaba a todos los que le rodean. Una sonrisa similar a la de nobles de alta cuna, gente sobre la que corrían rumores tales como compra de grandes cantidades de jóvenes esclavas, y  en este caso, proveniente de un niño casi recién  nacido.

El malestar insufrible que vivía a diario en ocasiones lo consideré algo peligroso, lo que me llevó a reflexionar detenidamente  sobre  lo  que estaba ocurriendo.

Este bebé se comporta de manera extraña, ¿podría haber algún ente maligno que lo haya poseído? O algo parecido, como  por  ejemplo  que esté maldito.

Cuando pensé esto, nerviosa salí de la casa, me dirigí a  la tienda del  pueblo y con el poco dinero de bolsillo que tenía compré algunos materiales; esperé a que los Greyrat se  durmieran, y  realizé un  ritual de  mi tierra natal para expulsar el mal, evitando que ninguno de los padres se enterara de lo que estaba  haciendo.

Al día siguiente, cuando tuve que coger nuevamente a Rudeus en brazos, comprobé que había sido inútil, porque sentía el mismo malestar de siempre; porque es lo único que cualquiera sentiría al ver un niño con esta expresión, es malestar.

En una ocasión, Zenith me comentó que, al darle el pecho, a  veces lo  lame…

Esto es preocupante… y por excesivo e ilimitado que sea el gusto de Paul por el sexo opuesto, él, a diferencia del pequeño, no resultaba tan asqueroso.

La teoría de que la actitud de Rudeus fuera hereditaria no terminaba de convencerme, y  pensándolo más, llegué a  recordar una historia que oí en  el palacio.

Tiempo atrás, el príncipe del reino de Asura fue poseído por un demonio que buscaba ser revivido; y ese niño, cada noche, se revolcaba por el  suelo como si sufriera espasmos. Y cuando una sirvienta, a la que no le explicaron nada, lo abrazó para intentar calmarlo, el príncipe sacó un cuchillo que guardaba a su espalda y la apuñaló  en  el  corazón, matándola en el acto.

Recordar esa historia solo consiguió asustarme  más.

¿Podría estar pasándole a Rudeus algo  parecido?

Porque haciendo memoria, y rememorando lo que el niño me hacía sentir, no me quedó la menor duda de que este era el   caso.

Todavía no hay peligro, porque es un bebé, pero un día se despertará en medio de la noche, mientras todos duermen, y uno por uno…. Ahh….. Acepté el trabajo sin pensármelo lo suficiente, no hay otra  explicación,  no debería de haber aceptado el empleo. Tarde o temprano acabará conmigo.

…….Lilia era del tipo de persona con estas  creencias.

4ª Parte

Al poco de cumplir su primer año de trabajo, todavía le   temía.

Aunque no sabría decir cuando, pero los movimientos impredecibles de Rudeus comenzaron a variar. Dejó de desaparecer misteriosamente, y por  lo general se quedaba en el cuarto de    estudio de Paul en el piso de arriba.

Lo llaman estudio, pero realmente es un cuarto normal con unos cuantos libros.

Rudeus se quedaba en ese cuarto todo el día, y en secreto, lo observaba encontrándole murmurando algo mientras observaba los  libros.

Era un murmullo sin sentido, o  al menos debería de haberlo sido, porque  no parecía ningún lenguaje usado en estas tierras; además que todavía era demasiado joven para que supiera hablar, sin contar con que todavía no se le había ni enseñado el  alfabeto.

Por lo que era simplemente un bebé observando un libro y haciendo sonidos, pensar de otra forma hubiera sido lo extraño. Pero tuve la corazonada de que esos sonidos poseían significado y estructura, daba la impresión que Rudeus comprendía lo que estaba leyendo en el  libro.

Y eso le hacía todavía más  terrorífico….

Esta eran mis conclusiones cada vez que obtenía cada vez  que  le  observaba a escondidas por debajo de la puerta; pero lo extraño, es que viéndole leer no sentía el malestar ni la repulsa que hasta ahora noté por   el niño.

Es más, Ahora que lo pienso, desde que empezó a  encerrarse  en  el  estudio, el origen desconocido de esa repulsa fue desapareciendo gradualmente, y  aunque siguiera poniendo esa odiosa sonrisa al llevarle   en brazos, ya no era tan desagradable, porque al menos, había dejado de hundir su cabeza entre mis pechos y ponerse a  jadear.

¿Qué es lo que le hizo temerle todo este  tiempo?

Últimamente, la única impresión que tengo del niño es que es sincero y aplicado; lo que me hace no querer interrumpirle cuando se encierra en el estudio, y parece que Zenith opina lo  mismo.

En resumen, tras llegar a  este punto, decidí que darle espacio al niño era   lo mejor, una idea completamente en contra del sentido común, ya que lo normal sería estar atenta de un niño que no tiene ni 1 año; pero en los últimos días, noto madurez en los ojos de  Rudeus.

Y es que meses atrás sólo parecían los ojos de un acosador sexual,  mientras que ahora podía vislumbrarse una voluntad inquebrantable y un ansía de conocimiento en su  mirada.

¿Qué es lo que debería hacer?

Por mucho que me hubieran enseñado a  tratar con niños, mi experiencia   no era tan vasta como me gustaría, y no era capaz de decidirme en esta situación, pero recordé unas palabras que no sabía exactamente si provenían de mi mentora del palacio o de mi  madre.

No existe una forma perfecta para educar a un  niño.

Y como al menos había dejado de sentir tanta repulsa, molestia o  miedo  por el niño, lo que decidí fue que lo mejor era no   molestarle.

Al menos para evitar que pudiera volver a como se comportaba anteriormente.

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