VOLUMEN 7
«Bailar frente a una mujer es una cosa. Pero yo prefiero evitar bailar en la palma de su mano.»
– Al final del día, las chicas de dos dimensiones
son simplemente superiores.
Tres carruajes se sacudían a través de un estrecho camino, rodeado por un denso y oscuro bosque. Este era las Barbas del Dragón, un bosque que separaba la frontera septentrional del Reino de Asura del valle conocido como la Mandíbula Superior del Dragón Rojo. La Mandíbula Superior era un cuello de botella natural, pero a diferencia de su contraparte—la Mandíbula Inferior—mucho más al sur, estaba ubicada a varios días de viaje de la frontera de Asura. Por supuesto, había una buena razón para esto: El bosque entre la frontera y el valle estaba infestado con monstruos. Muchos años atrás, el Reino de Asura construyó una muralla en dirección al sur con el fin de evitar que aquellas criaturas entraran en su territorio, una medida que dramáticamente redujo su gasto en la exterminación de monstruos…al igual que los bandidos y criminales huyendo de su territorio. Pocos eran los ansiaban arriesgarse a viajar a través de éste. Aun así, algunos resistentes mercaderes se abrían paso a través de los Territorios del Norte y regresaban en busca de beneficios. El líder de esta pequeña caravana era uno de tales hombres. Él era un comerciante que respondía al nombre de Bruno, un emergente mercader quien se había hecho un nombre por sí mismo durante el último año y solo recientemente se había unido a una sociedad mercantil de Asura. La actual tarea de Bruno era el llevar dos carruajes llenos de bienes desde el Reino de Asura hacia los Territorios del Norte. Este era un valioso cargamento de gran tamaño. El perderlo significaría el final de su carrera y posiblemente de su vida. Existía una gran posibilidad de que sufriría ataques por parte de monstruos, bandidos u ambos. Previo a unirse a su actual compañía, Bruno había sido un simple mercader ambulante, respondiendo a nadie más que si mismo. Durante aquellos días, él confiaba de su propia espada e instintos para proteger su cargamento. Pero ahora que había avanzado en el mundo, se estaba enfrentando a peligros mucho más grandes y consecuencias mucho más serias en caso de fracasar. Él ya no podía hacer todo por su cuenta. Afortunadamente, podía costear los servicios de guardias profesionales.
El tercer carruaje de la caravana de Bruno estaba ocupado por un grupo de aventureros que éste había contratado para defenderla, en adición a un puñado de pasajeros que habían pagado. Los guardias eran los cinco miembros del equipo de rango B “Counter Arrow”, el cual había estado activo en el Reino de Asura durante algún tiempo. Los pasajeros ascendían a tres: dos espadachines en entrenamiento que se dirigían hacia el norte para pulir sus habilidades y un joven y melancólico hechicero ataviado en una túnica de color gris oscuro. Dado que si bien técnicamente no eran guardias, Bruno esperaba que lucharan para defender la caravana de ser necesario, dado que sus vidas estarían en juego.
Por casualidad, el joven y melancólico hechicero era conocido por el nombre de Rudeus Greyrat. En ese momento, él estaba en la parte trasera del bamboleante carruaje, mirando inexpresivamente hacía el cielo. Él tenía los ojos como los de un pez muerto y su boca medio abierta. No estaba exactamente sentado sino más bien desplomado contra la pared. El muchacho estaba totalmente demacrado. No había nada más que un vacío en su interior. Cuando uno veía su miserable rostro, casi se podía escuchar sus pensamientos en voz alta:
Nada tiene sentido. ¿Cuál es el punto de estar vivo? ¿Por qué siquiera nos molestamos? No lo sé. Lo único que sé es que estoy vacío por dentro. Soy la nada. Soy cero. Soy el Corazón del Espacio…
El muchacho dejó escapar un débil y apagado suspiro. Siendo totalmente gracias a su presencia, el carruaje se sentía tan alegre como una morgue. “Has estado suspirando bastante últimamente, muchacho.” Dijo uno de los pasajeros que acompañaban al chico. “¿Qué sucede?” La mujer quien había hablado, una miembro del grupo de rango B “Counter Arrow”, era morena con rastas que al tomarse formaban un moño. Ella vestía un protector de pecho y guanteletes—una armadura relativamente ligera, pero un tanto más de lo que la típica espadachín usaría. Lo más probable es que su clase profesional fuera una Guerrera. El joven hechicero lentamente la miró e intentó dar su mejor esfuerzo para sonreír. Solo sirvió para sobresaltarla. El chico bien pudo haber estado intentando que fuera una sonrisa amigable, pero no había ni la más mínima pizca de emoción. Era como la espeluznante sonrisa de una estatua de cera. “Lo lamento; ¿Estaba suspirando? No se preocupe por ello, señorita. Estoy totalmente bien.”
Él habló energéticamente y en voz alta, pero sus ojos seguían estando sin vida y su expresión seguía sombría. Era obvio que deseaba que lo dejaran tranquilo. La guerrera no iba a darse por vencida. “Está bien. ¿Por qué entonces te diriges hacia el norte, en todo caso?” Ella más o menos esperaba que el joven hechicero la ignorara por completo. Con eso en mente, el recibir respuesta alguna sería un inicio decente.
“¿Huh? ¿Acaso eso…realmente importa, señorita?”
“Quiero decir, supongo que eres un hechicero, pero todavía no eres mayor de edad ¿Verdad? ¿Acaso te acabas de graduar de alguna academia? Si estás buscando aventuras, yo comenzaría por algún lugar un poco más seguro que los Territorios del Norte.”
Siendo justos, este melancólico hechicero efectivamente se veía joven. Él bien podría haber tenido doce, o quizás trece años—casi un niño a decir verdad. Previo a responder, él intentó nuevamente sonreír. No resultó nada mejor que la vez anterior. “Lo siento ¿Pero existe alguna razón por la que necesito responder a alguna de estas preguntas?” Su respuesta equivalía a una franca negativa a participar de la conversación. El joven muchacho claramente no tenía interés alguno en conversar. Evidentemente, él deseaba ahogarse en su miseria hasta que el carruaje llegara a su destino. Algunos podrían haber encontrado su actitud desagradable. De todas formas, al final del día, esta era una conversación entre viajeros. El tono del chico podría haber sido un poco más educado, sí; pero existía una regla tacita acerca de que uno no debía ser demasiado entrometido con las personas que conociera en el camino. Cuando se era rechazado de esta manera tan explícita, lo normal sería encogerse de hombros y dejar el asunto. Lo cual, de hecho, fue exactamente lo que la mujer de las rastas hizo. Más la aventurera sentada a su lado reaccionó de forma muy distinta.
“¡Muy bien! ¡¿Cuál es tu problema?! ¡Suzanne solo estaba intentando ser agradable!”
Por alguna razón, la chica estaba fulminando a Rudeus con la mirada. A primera vista, ella se veía como del tipo bastante terca, de cabello rubia y ligeramente blindada como una espadachín, pero no usaba una espada. En su lugar, un arco colgaba por sobre su espalda. Ella quizás tendría aproximadamente quince años—joven para una aventurera, incluso si es fuera mayor que el muchacho hechicero. Era probable que ella no entendiera totalmente las costumbres que se aplicaban en esta situación. Rudeus se dio vuelta en dirección a esta y estudió detenidamente su rostro por un momento, para luego detenerse y apartar la vista.
“Cálmate, Sara. No es como si él estuviera intentando buscar pelea o algo. Él solo fue un poco cortante, eso es todo.”
“¡Pero tú te has estado preocupando por él desde ayer, Suzanne! Dijiste que se veía algo deprimido ¿No? Y ahora él está actuando como si tú lo estuvieras acosando o algo parecido…”
Así que la mujer con las rastas era Suzanne y la joven era Sara. Mientras el chico había apartado sus ojos, no estaba totalmente desinteresado en su conversación, juzgando por la forma en que él seguía lanzándoles rápidas miradas. Su sonrisa había dado paso a una melancólica expresión. Era difícil discernir lo que podría estar pensando.
Luego de unos cuantos segundos, él volvió a hablar. Al igual que antes, su voz era fuerte y clara, pero de alguna forma nada reconfortante.
“Um, me dirijo al norte a buscar a mi madre. Ella ha estado desaparecida desde el Incidente de Desplazamiento de Fittoa.”
“Oh…”
“¿Fittoa, huh…?”
Las dos aventureras se veían arrepentidas. La calamidad mágica en Fittoa había sido un traumático evento para los ciudadanos de Asura. Ni Suzanne o Sara eran de la región, pero su equipo había realizado trabajos allí asistiendo en los esfuerzos de recuperación, encontrándose con refugiados desplazados en muchas ciudades diferentes durante sus viajes. La sombría expresión en este joven hechicero era la misma que ellos habían visto en los rostros de aquellas personas. Era la expresión de alguien que había experimentado una devastadora perdida. Suzanne no dijo nada en voz alta, pero a partir de la expresión en su rostro, era obvio que se sentía mal por haber husmeado.
“Está bien, entiendo…pero eso no significa que debas ser grosero…” Ella seguía sin estar totalmente satisfecha, pero el chico ignoró sus quejas y apartó la mirada, esperando que ahora lo dejaran en paz.
La atmósfera en el carruaje solo se volvió más pesada. Los otros dos espadachines se movieron un poco en sus asientos, con incomodas expresiones en sus rostros.
“Aunque ¿Cómo planeas buscarla? Los Territorios del Norte son inmensos.”
Para la sorpresa de todos, Suzanne eligió seguir insistiendo. Ella sabía que el joven hechicero iba a encontrar esto irritante, pero ella no quería pasar el resto de este viaje sentada en un incómodo y deprimente silencio. Exasperación recorrió el rostro del muchacho, pero este puso otra sonrisa artificial y se dio vuelta en dirección a Suzanne.
“…Sí, supongo que tienes razón. Simplemente tendré que ir paso a paso.”
“Está bien ¿Pero tienes alguna idea de dónde comenzar? ¿Alguna clase de pista o alguien que conozcas por allá? El viajar solo no es sencillo ¿Sabes?”
“…”
¿Qué pensamientos estarían recorriendo la mente del muchacho en este instante? Quizás algo como ¿Acaso va a seguir hablándome durante el resto del viaje? O quizás realmente no quiero seguir hablando de esto mucho más. Pero si la corto de nuevo, esa chica podría enojarse conmigo.
“Si quieres, te puedo dar un rápido resumen sobre los Territorios del Norte. Mejor saber un par de cosas sobre el lugar antes que nada ¿Verdad?”
El chico dudó por un momento y luego dejó escapar un pequeño suspiro.
“Um, seguro. Por favor.”
Su expresión no sugería interés o curiosidad alguna. Suzanne, aparentemente, estaba bien con eso. Ella eligió tomar su respuesta al pie de la letra. “Está bien, entonces. Límpiate la cera de los oídos y presta atención, chico.”
“Los Territorios del Norte” era el nombre que la mayoría de las personas utilizaban para referirse a la septentrional región del Continente Central. En su mayoría, era una tierra dura. Las cosas no eran exactamente tan desoladas como en el Continente de los Demonios, pero dado que la nieve cubría el suelo durante un tercio del año permanentemente, era difícil el mantener cultivos. La comida era todo menos abundante. La mayoría de las naciones en esta región eran pobres y débiles, usualmente luchando por restos de recursos mientras los ciudadanos subsistían exiguamente. A su vez habían muchos monstruos y la mayoría de estos eran mucho más poderosos que aquellos encontrados en el Reino de Asura. Esto atraía al área a guerreros en entrenamiento y aventureros, pero no era suficiente para hacer siquiera prospera a la región. Sin embargo, existía un puñado de países que habían logrado florecer incluso en este difícil ambiente. Estos eran los estados referidos como las “Naciones Mágicas”: El Reino de Ranoa, conocido por sus instituciones de aprendizaje mágico. El Ducado de Neris, conocido por su manufacturación de herramientas mágicas. Y finalmente, el Ducado de Basherant, conocido por su dominio de la investigación arcana. Estos tres países habían formado una fuerte alianza, reuniendo su conocimiento mágico de manera colectiva y obteniendo una posición dominante en la región.
Luego de llegar al Rango B como aventureros, Suzanne y su equipo prácticamente se habían quedado sin trabajos en Asura. Se estaban moviendo al norte para restablecerse en las Naciones Mágicas. Y, da la casualidad que, Rudeus Greyrat se dirigía en la misma dirección. No que éste se hubiera molestado en escoger un destino en específico.