Como su viaje se mantuvo confidencial, obviamente no había nadie esperándolo cuando llegó a la ciudad.
Por lo tanto, Otto no tenía planeado ir directamente al castillo, sino que planeaba observar el territorio del príncipe uno o dos días antes de dirigirse a las ratas locales por información, ya que una imagen valía más que mil palabras.
Salió de la cabina y bajó al muelle, inmediatamente se asombró de lo que vio.
Esto es… realmente el muelle de una ciudad fronteriza?
Las áreas del muelle estaban construidas con ladrillos de color rojizo a varios cientos de pasos de la orilla del río. Los puertos de anclaje estaban construidos en intervalos determinados, con un cartel para indicar donde debían anclar en el muelle y sobre él había un número. Otto de inmediato los contó. Había 26 en total, todos los cuales se mostraban nítidamente como tentáculos que se extendían desde la orilla. Algunos estaban cubiertos de nieve, mientras que otros revelaban las tablas de madera que había debajo, esto indicaba que el muelle de la ciudad estaba bien cuidado, incluso durante los meses de los demonios.
En comparación, los puertos en el muelle de Ciudad del Rey eran menos de la mitad de los que había aquí, tanto en cantidad como longitud.
Sin embargo, lo que más le sorprendió fueron los barcos en el muelle.
Una fila de colosales barcos grises que nunca había visto estaban anclados no muy lejos. Había siete u ocho en total, de los cuales cada uno estaba flotando a poca profundidad sin vela ni mástil. Sin embargo, eran definitivamente demasiado grandes para ser operados por remos. Una característica única de esos extraños barcos era el neumático gigante de madera a cada lado y la gruesa tubería de hierro en el centro. Diferentes de cualquier barco de río que hubiera visto.
Otto se quedó un buen rato parado observando. Estaba tratando de averiguar cómo esos raros “barcos neumáticos” sería operados, cuando comenzó a nevar.
Se sacudió la nieve de su cabeza, dejó atrás esos pensamientos y procedió a seguir a la tripulación hasta el pueblo.
Aparentemente, Otto no era el único pasajero del “Downwind” de Ciudad del Rey. Observó a la tripulación descargando productos y juntandolos en el muelle. Varios guardias vestidos con uniformes negros se encontraban apuntando cosas en papel. Parecían estar examinando la mercancía, mientras recogían un par de bolsas de vez en cuando.
“Quiénes son esas personas? Mercenarios contratados por los compradores?” Otto le preguntó al capitán.
“Eh? Mercenarios? Esos tipos son patrulleros de Ciudad Frontera.”
“Patrulleros?” Quedó perplejo. No eran lo mismo que bandidos? Recordó la primera vez que salió de Ciudad del Rey, los patrulleros de allí lo chantajearon por con dos Royales de plata, más tarde se enteró que esa práctica era común en todas partes. Esos patrulleros eran una especie de rivales directos de las ratas, por ende hacían casi lo mismo. La diferencia era que cobraban más y a menudo por nada. Sin embargo, para sorpresa de Otto, el capitán se veía relajado, y seguía fumando tranquilamente su pipa sin ninguna intención de detenerlos, ni tampoco mostraba la intención de darles alguna moneda para que se fueran.
“Pensé lo mismo cuando vine aquí por primera vez.” le explicó el capitán, parecía haber leído su mente,”Los patrulleros aquí son diferentes. Mientras sigas sus reglas, no tienes que pagar nada antes de entrar en el mercado.”
“Reglas de los patrulleros?” dudó Otto frunciendo el ceño. ‘Hasta los bandidos aquí hablan de reglas y también anotan cosas. Probablemente no están escribiendo nada más que garabatos, pero eso ya es suficiente para impresionarme.’
“Qué es los que registran?” preguntó.
“Los tipos y el número de los bienes… especialmente el trigo”, respondió el capitán, levantando las manos. “Los bienes son revisados después de su entrega en el mercado. Esto es para evitar que lo vendamos a otros a mitad de camino. La comida aquí sólo puede ser vendida por el Señor de la ciudad. No tengo trigo en mi carga, así que será rápido.”
Todas las bolsas fueron cargadas a los carruajes y pronto salieron del muelle, listos para llegar al mercado. Otto quedó deslumbrado por la escena.
Este realmente el territorio más desierto del Reino Graycastle?
Al ver la superficie sólida del camino, las casas bien cuidadas de alrededor y a la gente caminando de un lado a otro, Otto sintió que la ciudad era tan próspera como Ciudad del Brillo, capital del Reino del Alba.
Como noble, había visto muchos edificios magníficos. En comparación de la Torre del Alba y el Gran Salón del Sol, estos edificios de dos o tres pisos definitivamente no se comparaban.
Sin embargo, sólo había una Torre del Alba, que estaba rodeada de casas derrumbadas, caminos pantanosos y aguas turbias.
Aquí ni una sola casa pareciera estar un poco desgastada, era como si todas las residencias hubieran sido construidas al mismo tiempo.
“Pareces bastante sorprendido”, dijo el capitán riendo. “No tienes nada de qué avergonzarte. Todos estuvimos tan impactados como tú cuando llegamos por primera vez aquí. Debo decir que Ciudad Frontera es un lugar increíble. Ves el edificio de tres pisos de ahí? No estaba allí la última vez que vine.”
“He oído… que solía ser una base minera”
“Eso es lo que yo había oido tambien, pero quién sabe la verdad”, comentó, rascando su nariz. “Sabes que muchas veces los rumores vuelan y caminan por sí solos. Quizá haya toneladas de oro escondido en la mina, y por eso Su Majestad envió a su hijo aquí… Después de todo, están relacionados por sangre.”
“Espera. Qué es eso?!” Al otro lado de la plaza, Otto vio dos grandes globos coloridos flotando en el aire. Debajo de ellos estaban colgando estandartes, que decía “Bienvenido a la Ciudad Fronteriza”, y “Únete Ahora para Obtener los Beneficios de Ciudadano”.
“Las cosas de arriba o de abajo?” El capitán contestó, haciendo gestos “No sé mucho sobre las bolas flotantes que están ahí arriba, pero sobre lo de abajo… Puedes ir al este de la plaza donde generalmente se colocan los avisos del Señor. La pancarta dice que están reclutando turistas, comerciantes y refugiados de todo el mundo.”
“Incluso refugiados?” Otto preguntó con espanto “Cuáles son los beneficios de los ciudadanos?”
“Subsidio para trabajo, comida gratis por los dos primeros meses y un refugio. Suena impresionante, eh?” explicó airosamente el capitán “No es tan fácil conseguir la aprobación. Muchos de mis tripulantes lo han intentado, pero ninguno de ellos ha pasado. El Señor quiere a alguien leal, no creyente de la iglesia y que no tenga antecedentes penales. Pero… el robo también es un crimen. Todos los marineros han robado en algún momento de sus vidas, no crees? Además, aunque la ciudad parezca animada, de hecho, también hay muchos inconvenientes hasta donde puedo decir.”
“Como cuales?”
“Apenas hay entretenimiento. No hay casinos ni prostíbulos, ni siquiera una prostituta en la calle.” Escupió y continuó quejándose “No te aburrirás hasta la muerte viviendo en un lugar como éste?”
El mercado estaba al norte del centro. Otto decidió que iría a observar mientras el capitán y su tripulación entregaban la mercancía. Según el capitán, había un montón de cosas raras en el mercado de conveniencia en ese lado y el mercado de clase alta en el otro. Otto observó que era cierto y vio líneas de estanterías llenas de mercancías diversas. Una vez que se quedaba un poco de tiempo observando un estante, alguien se acercaba a saludarlo. Independientemente del resultado de la negociación con el príncipe Roland, Otto sabía que esta ciudad ya había llamado su atención.
Justo entonces, pronto noto un revuelo entre la multitud.
Otto se dio vuelta y vio a dos mujeres que se dirigían hacia ese lado.
Una de ellos llevaba un vestido negro y su cabello en una larga cola de caballo oscura. Tenía ojos finos, nariz bonita y labios llenos. Pero la frialdad de su cara la hacía parecer inaccesible. La otra persona era completamente diferente, se veía suave y gentil. Los rasgos de su persona eran elegantes y magníficos como una cálida brisa primaveral. Su hermoso cabello rubio reflejaba un brillo como los rayos dorados al amanecer.
Otto sintió como la sangre le fluyó al cerebro al ver a la mujer rubia.
Se frotó los ojos una y otra vez, con las manos temblando un poco, estaba seguro de que era ella…
“Andrea Quinn!” Incapaz de contener su emoción, Otto gritó en voz alta entre la multitud.