Capítulo 404 – TBATE – Una batalla de palabras.

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Desde el Punto de Vista de Arthur Leywin.

 

Windsom esperó, sus ojos de otro mundo fijos en mí; Su expresión ilegible.

Mi cabeza giró ligeramente para poder ver la cavernosa entrada arqueada al palacio; Donde la silueta de Jasmine era apenas visible entre las sombras. Dentro del contorno oscuro de su forma, el resplandor violeta de Regis era como un faro.

Puse un pie en la parte inferior de las escaleras etéreas que conducían al portal que Windsom había manifestado. “¿Trataste de disuadirlo?” Pregunté, deteniéndome.

Windsom frunció el ceño y se pasó los dedos por el pelo rubio platino. “No estoy seguro de lo que quieres decir.”

“Sobre Elenoir,” le dije, volteándome hacia él, mirando esos ojos como galaxias. “Como enviado a este mundo ¿Intentaste disuadir a Lord Indrath del ataque a Elenoir?”

“No,” dijo Windsom, relajándose. “Me ofrecí para ir y asegurarme de que el General Aldir pudiera completar la misión.”

“Ya veo,” dije con un asentimiento.

Sin prisas, subí el resto de las escaleras hasta que estuve justo frente al portal. Los crímenes de Windsom serían castigados eventualmente, me dije a mi mismo. Pero en ese momento; Mi mente estaba en seres mucho más importantes que él.

Respirando hondo y preparándome mentalmente para lo que estaba por venir, entré al portal.

El palacio, Etistin, todo Dicathen se derritieron en una luz dorada.

Incluso antes de que Epheotus apareciera en mi vista, sentí que la distancia se abría entre Regis y yo. La atadura que requería de proximidad física entre nosotros se rompió como cuando arrastré a Taci a las Relictombs, pero no hubo tiempo para considerar las ramificaciones durante esa pelea. En ese momento después de la batalla, no había sentido ningún cambio en el vínculo etérico que nos conectaba. Ahora, en el instante en que estaba completamente dentro del rayo de luz dorado, ya no estando en Dicathen, pero tampoco en Epheotus, sentí que mi conexión con él se desvanecía, dejando atrás una especie de vacío punzante que se habría sentido como una locura si no hubiera entendido ya su principio.

Luego, la luz se desvaneció y me recibió esa sensación familiar de estar en otro mundo, al igual como la primera vez que Windsom me llevó a Epheotus, y todo pensamiento sobre Regis desapareció de mi mente.

No había picos de montañas gemelas, ni puentes resplandecientes, ni árboles de pétalos rosados, ni castillos altísimos. En cambio, estaba de pie en el césped cuidadosamente cortado de una sencilla cabaña con techo de paja.

Mi corazón salto un latido.

Girando en un círculo rápido, confirmé que la cabaña estaba rodeada de árboles imponentes con doseles que se extendían entrecruzadas, dejando un pequeño claro donde la cabaña familiar se destacaba extrañamente.

Windsom apareció a mi lado, atravesando la luz dorada con sus finas cejas rubias levantadas. Apenas me miró antes de señalar la puerta de la cabaña.

“¿Por qué estamos aquí?” Pregunté, pero él se limitó a repetir el gesto, esta vez con más firmeza.

No había visto ni hablado con Lady Myre; La esposa de Kezess, desde que entrené aquí hace años. Pero pensé en ella a menudo, especialmente cuando mi propia comprensión del éter aumentó y reveló el error de la perspectiva de los dragones.

Sin embargo, no permití que mi incertidumbre se mostrara en mis movimientos o expresión. Cuando Windsom dejó en claro que no respondería, me moví con aplomo hacia la puerta.

Se abrió con el tirón más ligero.

La luz brillante y limpia de un artefacto de iluminación mágica se derramó.

El interior estaba exactamente como lo recordaba, nada se había movido, nada fuera de lugar. Bueno, casi nada.

En el centro de la habitación, recostado en una silla de mimbre, estaba Lord Kezess Indrath. Llevaba túnicas blancas sencillas que captaban la luz como perlas líquidas y aros irregulares de color rojo sangre en las orejas.

Rápidamente escaneé el resto de la cabaña visible, pero él parecía ser el único presente.

Entré. La puerta se cerró detrás de mí, aparentemente por su propia voluntad.

Los ojos de Kezess—lavanda al principio, pero cambiando a un tono más oscuro y rico de purpura cuando entré — siguieron cada uno de mis movimientos, su dureza e intensidad daban gran contraste con su expresión plácida y su lenguaje corporal. Las suaves líneas de su rostro juvenil y el ángulo relajado de sus delgados miembros tampoco estaban alineadas con el aire de poder inexpugnable que irradiaba de él. No era su intención —Fuerza del Rey, Kordri la había llamado así — ya que aún no podía sentir su maná o aura, pero, no obstante, había una fuerza constante e inexorable a su alrededor; Como la gravedad o el calor del sol.

Kezess se movió en su asiento, y su cabello plateado de longitud media ondeó ligeramente. El silencio entre nosotros se prolongó.

Entendí el juego bastante bien. Sin duda, Windsom habría permanecido firme durante horas esperando a que Kezess lo reconociera si el lord de los asuras lo considerara así. Pero yo no lo acepté como mi soberano, y no había aceptado su invitación para simplemente estar en su presencia.

“¿Cuánto tiempo has estado siguiendo mi progreso?” Pregunté.

La comisura de sus labios se torció y sus ojos se oscurecieron aún más. “Arthur Leywin. Debería darte la bienvenida de nuevo a Epheotus. Ahora, como antes, eres traído ante mí justo cuando la guerra se agita en tu mundo.”

“¿Agita?” Pregunté, cambiando mi peso de una pierna a la otra. Estaba muy consciente del físico entre nosotros, con Kezess todavía sentado, casi inmóvil. Y yo de pie frente a él. “Sabes muy bien cuál es el estado de la guerra entre Dicathen y Alacrya.”

“Ese conflicto ya no es importante,” dijo con el tono de quien discute un cambio esperado en el clima. “Te dije antes que te veía como un componente necesario en ese conflicto, pero no hiciste caso a mi consejo, lo que te llevó a tu inevitable fracaso. Ahora es el momento de determinar si hay un lugar para ti en la próxima guerra entre el Clan Vritra y todo Epheotus.”

Me llamó la atención algo de lo que dijo, y no me atreví a dejarlo pasar, a pesar de que otros aspectos de nuestra conversación eran más importantes. “No hice caso a tu consejo… ¿estás hablando de Tessia?”

Sus cejas se levantaron una fracción de pulgada y sus ojos brillaron de color magenta. “A través de ti y el otro reencarnado, Nico, Agrona preparó el recipiente perfecto para la entidad conocida como el Legado. Y a través de ella, le has dado suficiente conocimiento y poder para ser una amenaza para Epheotus, y al hacerlo casi aseguraste la destrucción del mundo que has llegado a amar y de todos en el. Te crees sabio porque has vivido dos vidas cortas, por lo que te niegas a escuchar consejos bien intencionados, olvidando que quienes te los dan vivieron siglos antes de que naciera el Rey Grey, y vivirán siglos después de que los huesos de Arthur Leywin se hayan convertido en polvo.”

Reprimí una burla. “No creo que sepas ni la mitad de lo que pretendes. Si hubieras entendido algo de esto antes de la reencarnación de Cecilia, habrías hecho que Windsom matara a Tessia, a Nico o incluso a mí.” Me crucé de brazos y di un paso más cerca de él. “¿Cómo es que Agrona ha llegado tan lejos de ti?”

Sin la apariencia de moverse, Kezess se puso de pie de repente. Sus ojos eran del color de un relámpago violeta enojado, pero su expresión permaneció plácida excepto por la tensión de su mandíbula. “No estás haciendo una buena demostración de ti mismo en este momento. Antes, tenías tu vínculo con mi nieta para protegerte. Como, en tus muchos fracasos, has permitido que ella muera en batalla, ya no puedes reclamar tal protección. Si no me demuestras que todavía tienes un papel que desempeñar en la guerra, te destruiré.”

Había estado esperando esto, tanto la amenaza como su mención de Sylvie. No podía adivinar cuánto sabía Kezess sobre lo que le había pasado a Sylvie, pero había una cierta manera de averiguarlo. Potenciando la forma de hechizo en mi antebrazo, tome el huevo de piedra iridiscente que había recuperado de las Relictombs después de despertar.

La piedra apareció en mi mano, envuelta momentáneamente en partículas etéreas. “Sylvie no murió.”

Kezess estrecho la mano hacia el huevo, pero se detuvo en seco, sus dedos extendidos permanecieron a solo unos centímetros de distancia. “Así que. Entonces es verdad.”

Esperé, con la esperanza de que Kezess pudiera revelar algo. Hacer cualquier pregunta sobre el huevo o lo que Sylvie había hecho revelaría mis propios puntos de ignorancia, y no quería darle más influencia al dragón antiguo sobre mí.

Pero fue igual de cuidadoso y, después de analizar en mis ojos brevemente, dejó caer la mano y se movió hacia atrás sutilmente. “Confío en que seguirás trabajando para revivirla.” Una afirmación, no una pregunta.

“Por supuesto. Ella es mi vínculo.”

El eter se extendió para tomar el huevo y lo retire al espacio de almacenamiento extradimensional.

Aunque Kezess no había revelado mucho, su respuesta me dio dos datos muy importantes. Primero, sabía lo que estaba pasando con Sylvie. Todavía no entendía cómo es que ella se había transformado en este huevo o cómo había sido transportada a las Relictombs conmigo. Obviamente, Kezess sabía qué era la piedra de huevo.

En segundo lugar, no podía revivirla él mismo. Si pudiera, estaba seguro de que habría tratado de quitarme el huevo. Esto probablemente significaba que solo yo podía completar el proceso de imbuir el huevo con éter.

Kezess se dio la vuelta y, sin prisas, cruzó la cabaña hasta donde varias hierbas y plantas colgaban de la pared; Secándose. “Lady Myre estará triste, te ha extrañado,” dijo en tono coloquial, pellizcando entre los dedos algo que olía a menta. “Aunque, no puedo evitar preguntarme si su apego a ti se debió más a la presencia de la voluntad de nuestra hija dentro de tu núcleo que a cualquier característica innata tuya”.

Se volvió, y sus ojos se habían suavizado de nuevo a lavanda. “Fue una hazaña impresionante que alcanzaras la tercera fase de conexión con la voluntad de Sylvia. Lástima que esto te mató, o lo habría hecho sin la intervención de Sylvie. Y, sin embargo, a pesar de que perdiste su voluntad, has conservado la capacidad de influir en el éter — incluso te has vuelto más hábil en el.” Sus ojos se clavaron profundamente en los míos, y la sensación de gusanos arrastrándose en mi cráneo hizo que mi estómago se revolviera. “Me contarás todo, Arthur.”

Aparte de un pequeño tic en mi ojo derecho, mantuve mi incomodidad fuera de mi rostro. “¿Qué vas a hacer por mí a cambio?”

Las brillantes luces de la cabaña se atenuaron cuando las fosas nasales de Kezess se ensancharon. “Como ya he dicho, se te permitirá vivir si me convences de tu uso.”

Me reí. Sin responder, me acerqué a una mecedora de madera y tomé asiento, levantando una pierna para descansar sobre la otra. “Quieres negociar por mi conocimiento. Entiendo. Después de todo, has buscado esta idea durante siglos, incluso cometiste genocidio solo para no adquirir lo que aprendí en un año.”

Sus ojos se entrecerraron. “Si sabes lo que le pasó a los djinn, entonces ciertamente ves que no dudaré en sacrificar la vida de un lesser por el bien mayor.”

Miré al dragón, inexpresivo, meciéndose ligeramente hacia adelante y hacia atrás en la silla de Myre. “La codicia y el bien común pueden compartir algunas letras, pero rara vez los encontrarás compartiendo compañía.”

Skydark: En ingles si comparte algunas mismas letras greed and greater en español no XD

“Muéstrame,” ordenó Kezess, ignorando mi burla. “Puedo sentir el éter a tu alrededor, ardiendo dentro de ti, pero deseo verte usarlo. Demuéstrame que esto no es más que un truco de salón.”

Me mordí la lengua para no decir más palabras mordaces. No le tenía miedo a Kezess, pero tampoco había venido aquí solo para provocarlo. Él tenía un propósito al convocarme, y yo tenía un propósito al aceptar.

Consideré las runas a mi disposición y lo que me costaría menos revelar, pero había una elección obvia.

Enviando éter a la runa divina, activé Realmheart. El calor de la magia enrojeció mis mejillas mientras infundía cada célula de mi cuerpo, y el aire se llenó de color, la runa divina hizo visibles las motas individuales de maná que infundían todo a nuestro alrededor. Inmediatamente visibles también eran los límites entre el éter y el maná, ya que la atmósfera aquí era rica en ambos. Parecían tan obvios ahora que había aprendido a verlos apropiadamente.

Me pregunté si Kezess podría verlos.

Kezess hizo un movimiento cortante corto y agudo con una mano, y el éter salió disparado de él, ondulando a través de la atmósfera, haciendo que el mundo mismo se endureciera y se quedara quieto. Las partículas de maná que flotaban en el aire estaban inmóviles, y una hilera de hierbas, que había estado girando lentamente en las sutiles corrientes de aire, se congeló. Entonces la onda rodó sobre mí y sentí que el tiempo se detenía.

Mi mente retrocedió a un tiempo antes de las Relictombs, antes de mi forma dragonica, antes del sacrificio de Sylvie.

Recuerdo haberme sentado con la Anciana Rinia. Sospechaba de la naturaleza de sus poderes, así que activé Vacío Estático sin previo aviso. Ella usó éter para contrarrestarme, liberándose del hechizo de detención del tiempo.

Reaccionando por puro instinto, empujé hacia afuera contra la onda con un estallido de mi propio éter. Este se adhería a mi piel como una película delgada, repeliendo el hechizo de Kezess.

Sus ojos se abrieron como platos, mostrando verdadera sorpresa e incluso, pensé, incertidumbre por primera vez.

Todo lo demás en la cabaña estaba congelado, inmóvil. Pero mi silla seguía meciéndose ligeramente, y sentí que una ceja se arqueaba cuando mis labios se curvaron en una sonrisa irónica y sin humor. “Creo que encontrarás que mi comprensión del éter vale la pena.”

Kezess miró a su alrededor, frunciendo el ceño ligeramente. Se inclinó para inspeccionar algo y me di cuenta de que había una especie de araña colgada de la pata de la mesa de Myre. Kezess sacó a la araña de su posición y la examinó de cerca. Sus dedos se cerraron y las entrañas de la araña mancharon sus dedos. Arrojó el diminuto cadáver al suelo y volvió a prestarme atención.

“Has obtenido este conocimiento dentro de las series de mazmorras conocidas como Relictombs,” dijo Kezess, con una disonancia resonante dentro de su voz. “Pero Agrona ha estado enviando magos al último redoubt de los djinn durante muchos años.” Sus ojos se entrecerraron mientras me miraba, el tiempo aún detenido. “¿Qué te hizo diferente? ¿Cómo conquistaste donde todos los demás habían fallado?”

Experimentalmente, empujé hacia atrás contra el hechizo de detención del tiempo. El éter a mi alrededor se flexionó, pero no pude expandir la barrera más allá de mí y de la silla en la que estaba sentado. “Estoy dispuesto a darte información. Pero solo si podemos llegar a algún tipo de acuerdo.”

Kezess torció su muñeca y el hechizo se desvaneció.

Respiré más tranquilo, solo entonces me di cuenta de lo agotador que había sido mantener a raya la habilidad aevum.

Antes de continuar, Kezess volvió a su propia silla de mimbre simple, recostándose en ella de una manera que parecía un trono. Me observó durante un rato después de eso, considerándolo. Luego, lentamente, como si saboreara las palabras mientras las decía, dijo: “La recuperación de Dicathen ha sido una sorpresa, tanto para mí como para Agrona Vritra, pero esto no durara.”

Asentí. “Soy consciente de que la atención de Agrona se ha centrado en sus propias tierras. Una vez que haya resuelto la rebelión allí, su ojo — y sus fuerzas — volverán a Dicathen. Puede que no tenga una comprensión completa de mis capacidades, pero sabe que derroté a un escuadrón de sus Espectros. La próxima vez, enviará una fuerza que sabe que ganará.”

“Muy cierto. Tu tiempo se está acabando.”

Dejé caer mi postura relajada, en cambio me incliné hacia adelante y apoyé los codos en las rodillas. “Quieres conocimiento. Dicathen necesita tiempo. Hablaste de una guerra entre los asura, pero antes, siempre me han dicho que tal guerra destruiría mi mundo.” Hice una pausa, dejando que mis palabras flotaran en el aire, y luego dije: “No dejaré que eso suceda, Kezess. Ese es mi precio.”

Kezess se puso de pie de repente, de nuevo sin que yo percibiera ningún movimiento físico. Al mismo tiempo, la cabaña se derritió, disolviéndose como una telaraña atrapada en una tormenta. Los tonos marrones amaderados dieron paso a tonos grises, que se materializaron en líneas duras de piedra y suaves curvas de nubes, y estábamos parados en lo alto del castillo del Clan Indrath, en la torre más alta.

Las nubes eran espesas y se elevaban hasta la mitad del castillo para ocultar los picos de las montañas y el puente de muchos colores debajo. Remolinos de nubes blancas, grises y doradas se arremolinaban entre las torres y alrededor de las estatuas y la cantería. De vez en cuando aparecían pétalos de rosa cayendo a través de la niebla, arrancados de los árboles ocultos debajo y llevados hacia el cielo por la corriente ascendente.

Pero la parte que encontré más sorprendente fue que solo había sentido la mínima aplicación de éter de Kezess y, a diferencia de su hechizo de detención de tiempo, no había sido capaz de reaccionar o desviar la teletransportación, si es que eso fue lo que sucedió. Mi mente se apresuró a considerar las implicaciones de esto y de dónde procedía el poder. Si la situación alguna vez se tornaba violenta entre nosotros, no podía permitirle que simplemente me recluyera de Epheotus a voluntad.

Kezess colocó sus manos en el alféizar de una ventana abierta y miró hacia su dominio. La habitación que nos rodeaba era simple y vacía, pero había una ranura circular desgastada en las baldosas grises teñidas de púrpura que formaban el piso. Como si alguien hubiera caminado sin cesar en un bucle durante cientos de años.

“Explicarás los poderes que has obtenido,” dijo Indrath, todavía sin mirarme. “Y me dirás en detalle cómo manejaste esta idea y cómo creaste un núcleo que puede manipular directamente el éter. A cambio, garantizaré que ningún conflicto entre asuras se derrame en Dicathen, y te ayudaré en impedir que Agrona retome el continente.”

Me tragué mi sorpresa. No esperaba que hiciera una oferta tan justa tan rápido, pero me alegré de evitar un tira y afloja prolongado, amenazando y negociando por turnos. Aun así, sabía hasta dónde llegaría Kezess para comprender mi poder. “La gente de Alacrya tampoco debería sufrir daño,” dije con firmeza, adoptando los gestos de un rey que hace una proclamación, algo que había hecho bastante a menudo como Rey Grey. “Lo que sucedió en Elenoir nunca puede volver a suceder, en ninguno de los continentes.”

Kezess finalmente se giró para mirarme, su mirada atravesándome como una lanza. “Es interesante que menciones a Elenoir, porque hay una segunda parte de mi oferta, pero llegaremos a eso a su debido tiempo. No usaré la técnica del Devorador de Mundos en Alacrya, pero evitar pérdidas a gran escala allí reducirá mi capacidad para garantizar la seguridad de Dicathen.”

“Eso está bien,” le dije, dándole un encogimiento de hombros indiferente. “No cambiaré millones de vidas para proteger a miles. Hasta que Agrona no esté listo para trasladar la guerra a Epheotus, no sacrificará su punto de apoyo en nuestro mundo. Así que la responsabilidad de no escalar el conflicto recae en ti.”

Kezess asintió. “Esto es cierto. Pero, ¿puedes cumplir con mi pedido?”

“Ambos sabemos que la percepción/conocimiento no se puede transmitir directamente de una persona a otra,” dije, pensando en todo lo que me habían dicho las proyecciones djinn. “Explicaré mis poderes y cómo los recibí, así como mi propio proceso para obtener información sobre las runas divinas individuales. Lo que hagas con la información depende totalmente de ti.”

Sus ojos se oscurecieron mientras consideraba. “Me ofreces niebla y posibles resultados, pero esperas resultados concretos a cambio.”

“Sabías lo que me estabas preguntando,” le dije, apoyándome contra la pared. “Torturaste y exterminaste a toda una raza persiguiendo su conocimiento, pero no aprendiste nada, ¿verdad?”

“Es la segunda vez que mencionas esto,” dijo, su voz adquiriendo un bajo retumbar mientras una nube de tormenta oscurecía su rostro. “Ten cuidado, Arthur, de no pasarte de la raya. Los acontecimientos de esa época no son tema de compañía educada, y aquí está prohibida la mención de esa raza antigua y muerta.”

Sopesé mi respuesta, dividida entre presionarlo más o dejarlo ir. Las atrocidades de Indrath contra los djinn eran imperdonables, pero no tenía sentido interrumpir la tenue alianza que parecíamos estar formando por eso. No ahora.

“Dijiste que había una segunda parte de este acuerdo,” dije finalmente. “Así que vamos a escucharlo.”

Indrath cruzó la habitación vacía hacia una ventana diferente. La vista desde la ventana cambió a medida que se acercaba, mostrando un momento el pico de una montaña distante que apenas atravesaba las nubes, como una isla en el mar, y al siguiente interminables campos ondulados de hierba alta en colores que iban desde el azul profundo hasta el turquesa. Un camino angosto corría serpenteando a través de la hierba. El suelo estaba destrozado y cubierto de sangre y cadáveres.

“Además de proteger a Dicathen — y a Alacrya — de la guerra que se avecina,” dijo Indrath, su tono cauteloso, las palabras alargadas con cansancio de una manera que no había escuchado de él antes, “Te ofrezco justicia, si me das algo a cambio.”

No creo que disfrutarías del tipo de justicia que yo te ofrecería, pensé. Aun así, tenía curiosidad sobre lo que había sucedido y lo que quería decir. “Continua.”

“Le ordené a Aldir que usara la técnica del Devorador de Mundos. Tú y yo sabemos que era un soldado que cumplía con su deber.” Kezess se volvió hacia mí. Sus ojos cambiaron a través de varios tonos de púrpura, estableciéndose como una malva fría. “Pero para la gente de vuestro mundo, fue su poder el que desató tal devastación. Aldir es el espectro en la oscuridad que ahora temen. Y por eso te ofrezco su vida para aplacar a las masas. Castígalo por su crimen y cura la herida que el Devorador de Mundos dejó en los corazones de tu gente.”

Por primera vez desde que abrí la puerta de la cabaña de Myre y encontré a Kezess esperándome, me sentí mal, completamente desprevenido por esta propuesta inesperada. “¿Qué justicia quieres a cambio?” Pregunté lentamente, comprándome un momento para pensar.

Kezess volvió a mirar las praderas manchadas de sangre. “Tu justicia es mi justicia. Le pedí demasiado a mi soldado. La técnica del Devorador de Mundos no estaba prohibida por sus capacidades destructivas, sino por el daño que causaba al lanzador. Degrada la mente y corrompe el espíritu del pantheon que la usa.”

“Estas manchas rojas alguna vez fueron valientes dragones, soldados que lucharon junto a Aldir, entrenados bajo sus órdenes.” Kezess colocó una mano a cada lado de la ventana, mirando fijamente el paisaje alienígena. “Abandonó su puesto, y cuando se acercaron a él, trataron de ayudarlo, él los masacró.”

Dejé escapar una risa como un ladrido.

Kezess se puso serio de inmediato, la emoción que había exhibido se desvaneció cuando su expresión normalmente plácida regresó. “Caminas por una línea peligrosa. Chico.”

“¿Entonces tu idea de darnos “justicia” es que limpié el desastre que tú mismo hiciste?” pregunté con incredulidad. “Sé que no piensas mucho en nosotros, los ‘lessers’, pero vamos.”

Kezess me miró durante un largo momento, luego se volvió hacia la ventana y apartó la vista de las praderas. El mar de nubes que se deslizaba lentamente reapareció. “Entonces deja que esto sea una advertencia para ti. Aldir ha dejado Epheotus por Dicathen, y es peligroso. Si le das refugio o intentas aliarte con él, el resto de nuestro trato quedará anulado.”

Él habla en serio, me di cuenta. Aldir realmente debe haber torcido la cola del viejo dragón para hacerlo enojar tanto.

“Anotado,” dije en respuesta. “Y de acuerdo. Si evitas que tu guerra con el Clan Vritra se intensifique en nuestro mundo y me ayudas a evitar que Agrona vuelva a invadir Dicathen, te contaré todo lo que he descubierto sobre el éter.”

Kezess extendió una mano. Dudé, sabiendo mejor lo que sucedería en confiar en él, pero sin saber qué tipo de insulto sería al rechazarlo. Él esperó.

Después de un momento, tomé su mano. Zarcillos de luz púrpura aparecieron alrededor de nuestras manos unidas, luego se extendieron a lo largo de nuestras muñecas y antebrazos. El éter se aferró con cierta firmeza, uniéndonos casi dolorosamente.

“Se ha llegado a un acuerdo, y estás obligado a cumplirlo,” dijo solemnemente Kezess. “Rómpelo, y este hechizo devorará tu núcleo.”

Mientras hablaba, los espirales de éter comenzaron a abrirse paso en mi carne, atravesando mis músculos y mis nervios. Fue doloroso, pero no insoportablemente. En segundos, el éter había llegado a mi núcleo, envolviéndolo como cadenas, ejerciendo una presión física sobre el órgano.

“No estuve de acuerdo con eso—”

“Empezamos de inmediato,” dijo Kezess lacónicamente, con una astilla de sonrisa estropeando su máscara inexpresiva. “Camina por el Camino del Entendimiento”. Mi perspectiva de la habitación se tambaleó y me encontré de pie en el desgastado camino de piedra. “Camina y activa tus ‘runas divinas’ como las llamaste.”

Lo miré fijamente, enojado e inseguro en partes iguales. No esperaba comenzar de inmediato, y me reprendí por haber sido atrapado con la guardia tan baja por el enlace. Por supuesto que él no confiaría en mí para decirle todo lo que sabía. Tenía que haber una salvaguardia.

Maldita sea , pensé, e inmediatamente redirigí mi energía mental en una dirección más positiva.

“Estás perdiendo el tiempo,” dijo Kezess. “Camina, y conjura.”

Empecé a moverme, siguiendo el camino de piedra desgastada. La luz inmediatamente comenzó a parpadear y destellar en todo el círculo. Luego lance de nuevo el Realmheart. El círculo cobró vida con luz y energía, formando una serie de runas conectadas por docenas de líneas brillantes. Partículas de maná de todos los colores corrían ricas y ansiosas alrededor del círculo, arreadas por motas amatistas de éter. Pero solo estaba mirando a medias la repentina oleada de maná que se movía a través de las runas.

Dentro de mí, podía sentir el éter extraño aferrándose fuertemente a mi núcleo. Reaccionó a todos y cada uno de mis pensamientos, apretándose si incluso yo consideraba la posibilidad de mentir o limitar lo que le mostraba a Kezess. Sabía que, si escondía algo, reaccionaría violentamente e intentaría forzar mi mano. Y luego matarme si aún me niego.

Esto simplemente no funcionaría.

No estaba listo para revelar más sobre el Realmheart que su presencia. No había ninguna razón para que Kezess supiera que podía mover maná con éter. Así que dejé que la runa divina se desvaneciera y luego canalicé el éter en el Requiem de Aroa.

Sentí la mirada hambrienta de Kezess sobre mí con cada paso, al igual que sentí el cordón de éter apretándose alrededor de mi núcleo. Partículas violetas bailaban a lo largo de las yemas de mis dedos sin ningún lugar a donde ir, pero eso no importaba. El Camino del Entendimiento reaccionó, parpadeando y llameando, tanto el maná como el éter siguieron mi progreso como un globo ocular gigante.

Pero dentro de mi cuerpo, algo más estaba sucediendo. Mientras imbuía la runa divina, también dejé que el éter se filtrara desde mi núcleo. Pero lo mantuve cerca, un halo de mi propio éter orbitando mi núcleo y el hechizo vinculante de Kezess.

Si iba a hacer un trato con el lord de los dragones, sería en mis propios términos, no en los suyos.

Cuidadosamente moldeé mi éter, lo acerqué alrededor de las cadenas invasivas, y mi éter se aferró tan fuerte al de Kezess como lo hizo con mi propia piel cuando creé una barrera protectora. Entonces tiré.

El hechizo resistió, el éter ansioso por mantener su forma, por cumplir su propósito.

Seguí caminando. Un brillo dorado parpadeó a través de la habitación mientras la runa divina del Requiem de Aroa ardía en mi espalda, lo suficientemente brillante como para mostrarse a través de mi camisa. El Camino brilló con la misma intensidad en respuesta.

Como un pájaro que saca un gusano de su agujero, mi éter atrajo lentamente el de Kezess hacia mi interior.

Esta era la parte arriesgada. Nunca antes me había enfrentado directamente a otro portador del éter. Pero tampoco había encontrado nunca una fuente de éter de la que no pudiera extraer.

Dentro de mi núcleo, sentí que el éter se purificaba, la influencia de Kezess se anulaba. Poco a poco, su éter se convirtió en el mío. Luego, para ayudarme a camuflar el cambio en caso de que él pudiera sentirlo de alguna manera, reformé las “cadenas” alrededor de mi núcleo con mi propio éter, ya no sujeto a la forma de su hechizo.

Con eso completo, me sentí lo suficientemente confiado para dejar de caminar y salirme del Camino.

Kezess, que había estado fascinado por el Camino del Entendimiento en sí, parpadeó para volver a la conciencia. “¿Por qué te detienes? Seguramente eso no es todo lo que has descubierto.”

“No lo es,” dije con una ligera sacudida de mi cabeza. “Obtendrás más una vez que haya visto algún progreso en tu parte del trato.”

“Eso no es lo que acepté,” dijo, con un trasfondo de hostilidad apenas detectable en su tono.

“Parece que ambos deberíamos haber sido más cuidadosos con redacción de nuestras clausulas,” respondí. “Sospecho que ya tienes suficiente para ocupar tu mente por un tiempo, de todos modos. Y todavía tienes tu correa en su lugar. Una vez que me sienta cómodo sabiendo que Dicathen está a salvo sin mí, regresaré para darte más.”

El me miró. Yo mire hacia atrás. No dio ninguna señal física externa de agitación, pero aún podía sentirlo saliendo de él en oleadas. Después de un minuto o más, finalmente cedió. “Regresa a tu mundo, pero espera mi llamada. Aún no hemos terminado, tú y yo.”

“No,” dije con una sonrisa. “No, ciertamente aún no hemos terminado.”

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