Capítulo 376 – TBATE – Elecciones

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Punto de Vista de Virion Eralith.

 

Mis botas se sentían como si estuvieran cubiertas en un espeso lodo, cada paso a través de los pasillos vacíos era pesado y arrastrado. El peso de la confrontación hundió mis hombros e hizo que me dolieran las sienes. La manifestación improvisada, o más bien mi respuesta a ello, ya estaba dando vueltas en mi mente mientras reconsideraba cada palabra y frase, temiendo no haber articulado mis pensamientos lo suficientemente bien.

Cuando llegué a mis aposentos privados, me giré para cerrar la puerta percatándome que Bairon me había seguido desde la manifestación y ahora estaba parado en el pasillo observándome cuidadosamente. Su presencia era un consuelo, y no pude evitar considerar el camino que había tomado nuestra relación. Nunca me había gustado la Lanza humano, considerándolo egoísta y egocéntrico. Muchas veces lo habría expulsado si hubiera tenido el poder, o tal vez lo habría consignado al purgatorio de alguna tarea degradante y sin gloria.

En algún momento, sin embargo, en nuestros largos días dentro del santuario oculto de los magos antiguos, se me ocurrió que estos rasgos quizás no eran intrínsecos al propio Bairon, sino que eran fomentados tanto por su familia como por los Glayders. Ya sea debido a su ausencia, su propia muerte cercana o el fracaso del Consejo y las Lanzas para proteger a Dicathen, Bairon había cambiado.

Ahora, él era una cabeza sensata y una mano firme a mi lado en el consejo. Todavía orgulloso, tal vez, pero no tan vanaglorioso como antes.

“¿Comandante?”

Me sobresalté, dándome cuenta de que lo había estado mirando como un viejo idiota durante varios segundos. “Bairon. ¿He expresado mi agradecimiento por tu ayuda estos últimos meses?”

Me miró, inseguro. “¿Comandante?”

“Cosas como un simple ‘gracias’ a menudo se dejan escapar en tiempos difíciles,” reflexioné. “Como probablemente no lo he dicho lo suficiente, gracias por tu servicio a Dicathen.”

Se apartó el cabello rubio que caía sobre sus brillantes ojos verdes — rasgos de la familia Wykes. “Esas cosas no necesitan ser dichas entre hombres como nosotros, Comandante.”

Me burlé. “Tal vez alguna vez hubiera pensado lo mismo, pero estoy demasiado viejo y cansado para el orgullo masculino.” Los labios de Bairon se torcieron, pero no respondió. “Ahora deja descansar a un viejo elfo.”

La lanza vaciló, hizo una mueca y luego espetó: “¿Está seguro de esto, comandante?”

Solo pude ofrecerle al joven humano un encogimiento de hombros incierto. “No hemos tenido un rey o una reina que no intentara arrojar a su gente a las bestias de maná para su propio beneficio. No en esta guerra. Tal vez… tal vez el tiempo de los gobernantes haya pasado. La gente necesita elegir por sí misma cómo quiere morir.”

El rostro de Bairon cayó cuando hizo una reverencia, giró bruscamente sobre sus talones y se alejó. Mientras observaba su ancha espalda retroceder, consideré cuán separados — incluso solitarios — nos habían dejado nuestras posiciones.

Bairon había ido hacia lo que quedaba de su familia poco después de recuperar sus fuerzas, con la esperanza de ayudarlos a huir de Xyrus hacia el santuario. Con su nivel de poder, habría sido un asunto fácil, pero no estaba preparado para lo que encontró en Xyrus.

No fueron los Alacryanos, quienes habían llegado rápidamente después de tomar el control de las puertas de teletransportación en el castillo volador, los que obstaculizaron sus esfuerzos, sino los miembros de su propia familia.

Los Wyke eran un hogar poderoso y renombrado. Ellos podrían haber reunido a los otros hogares y organizado una defensa de la ciudad. En cambio, fueron uno de los primeros en jurar servicio a Agrona, probablemente en un esfuerzo miope por congraciarse con los invasores. Bairon fue a ayudar a su familia a escapar, pero los encontró trabajando activamente junto a los Alacryanos para suprimir cualquier pequeño foco de resistencia que hubiera sobrevivido durante tanto tiempo.

Eso casi lo había roto de nuevo regresando con las manos vacías. Tuve que preguntarme si el viejo Bairon — la persona que era antes de nuestra derrota a manos de la Guadaña — habría regresado. Me estremecí al pensar qué nos habría pasado si él hubiera seguido a su familia en lugar de a mí.

Una vez que dobló una esquina y dejó mi vista, cerré la puerta y me moví hacia mi escritorio, tomando asiento. Con los codos apoyados en el escritorio de piedra, dejé que mi rostro se hundiera en mis manos.

Saber que los asura, nuestros aliados, habían destruido a Elenoir fue un golpe para nuestra moral. Cuando acepté la propuesta de Windsom, supe que era un riesgo, pero estuve de acuerdo con él en que la verdad podría habernos quebrantado el espíritu por completo. Y mantuve esa evaluación, aunque no pude evitar dudar de mi decisión, ahora que la verdad había sido revelada a través de chismes y conversaciones susurradas.

A través de mis dedos abiertos, miré las tres cajas largas que descansaban sobre mi escritorio. Cautelosamente, estiré la mano y moví el pestillo de la primera caja, luego abrí la tapa. La gema lavanda (Lila) de la vara brilló a la luz, y pasé los dedos por el cuero rojo intenso del mango. Hubo un crujido de energía, y los vellos de mi brazo se erizaron.

Estos artefactos me habían dado esperanza, y esperaba que mi gente — tanto mi pueblo — los elfos y todos aquellos bajo mi cuidado dentro del santuario — compartieran este sentimiento. El momento de Windsom no podría haber sido mejor. Con los artefactos en la mano, tenía las herramientas necesarias para amortiguar la conmoción y la desesperación que todos sentíamos, mostrarles un futuro en el que tuviéramos la fuerza para salir victoriosos.

Tal vez fue por la poca visión al futuro de mi parte no haber previsto la participación de Rinia. Pero claro, yo no era el vidente.

Riendo oscuramente, presioné mis palmas con fuerza en mis ojos para aliviar la presión que se acumulaba allí. Ya me estaba preguntando si mi oferta de permitir una votación sobre el uso de los artefactos había sido un acto de sabiduría o debilidad.

Esta era una pregunta que me había hecho muchas veces antes, y era casi reconfortante pensar que nunca sabría la respuesta.

Juzgar la corrección de mis acciones se dejaría a las generaciones futuras. Si hubiera generaciones futuras. Si lo que Rinia había dicho era cierto, si ella había previsto una catástrofe y destrucción en todo el continente, tal vez no la hubiera. Pero entonces, ¿Cuál era la alternativa? Parecía que la elección era que nos volviéramos lo suficientemente fuertes como para destruirnos a nosotros mismos en la lucha o ser destruidos porque éramos demasiado débiles para defendernos.

Y eso, supongo, es exactamente por lo que pedí la votación.

¿No debería permitirse a estas personas elegir su propio fin? Había envejecido demasiado, comandando demasiado tiempo, enviado a muchos a la muerte para soportar el peso de esta decisión por mi cuenta.

Saqué una llave de mi cinturón, abrí el único cajón del escritorio y lo deslicé con el áspero chirrido de piedra contra piedra. Apartando los elementos del camino hasta que encontré lo que estaba buscando, saqué con cuidado un orbe de cristal de unas ocho pulgadas de diámetro.

El artefacto era una posesión querida, pero algo que usaba con moderación, tratando de dejar atrás mi pasado. Pero me vi a mi mismo cada vez más dependiente de el, usándolo para escapar a un mejor momento de mi vida.

El orbe se arremolinaba con una luz brumosa, que parecía agitarse cuando lo puse sobre el escritorio, sosteniéndolo con una mano para asegurarme de que no rodara y se rompiera.

“Lania…” susurré, mirando profundamente a la luz arremolinada.

Al sonido de mi voz, comenzó a fusionarse en una imagen brillante… un rostro, moldeado de luz líquida. Era el rostro más hermoso único que había visto, uno que no había visto en persona en muchos, muchos años.

Mi esposa me sonrió desde dentro del orbe del recuerdo. “El rey de los elfos no debería verse tan sombrío. ¿Qué peso es el que arrastra hacia abajo las comisuras de tus hermosos labios?”

La voz en el orbe era la de ella, pero había un sutil eco en ello, como si hubiera estado resonando a lo largo de los años y me llegaba desde muy lejos y hace mucho tiempo.

Mi propia voz, aunque muchas décadas más joven, sonó desde el orbe en respuesta. “Lo siento. La guerra… ha durado demasiado. Demasiado tiempo. Empecé a cuestionar el precio que hemos pagado. Tengo miedo, Lania. Miedo de que esto me haga débil.”

“No mi amor. No eres débil. Eres valiente y hermoso.”

“Hermoso, ¿eh?” mi yo más joven respondió con un resoplido. Aunque el recuerdo era desde mi propio punto de vista, podía imaginarme al elfo que hablaba, un hombre más joven, el rostro aún sin arrugas, los hombros no doblados por las cargas del mando. Una lágrima se deslizó por el camino de las líneas de risa que ella me había dado. “Ese no es exactamente el tipo de cumplido que los reyes esperan escuchar.”

“Pero es verdad, ahora y siempre. Por dentro y por fuera, eres un hombre hermoso y has vivido una vida hermosa. Y yo siempre te protegeré.”

Otro resoplido salió de mi pasado, pero recordé la forma en que mi rostro se había suavizado mientras la miraba con amor. “¿No querrás decir que yo siempre te protegeré?”

“No mi amor.” Su mano se levantó para acariciar mi mejilla y prácticamente pude sentir la suavidad de sus dedos contra mi piel.

La imagen se desvaneció de nuevo a un remolino de luz brumosa.

Me senté encorvado sobre el orbe de cristal, mirando mis manos arrugadas a través de su superficie transparente.

¿Estarían aquí estas mismas manos si no hubiera sido por los regalos de mi esposa?

¿Habría sido mejor el destino de Dicathen sin mí?

Sintiéndome más vacío ahora que antes de usarlo, empujé el orbe de recuerdo de vuelta a mi escritorio antes de alejarme.

“Maldita visión del futuro,” maldije, amargado porque toda mi vida parecía definida casi por completo por las visiones de los videntes.

Ya fuera eso un regalo o una maldición, pensé, como lo había hecho muchas veces antes, que era mejor que nos dejaran solos, navegando nuestras vidas lo mejor que pudiéramos dentro del alcance de nuestra propia visión y previsión en lugar de confiar en las imágenes de futuros que pueden o no suceder. Incluso los más sabios de nosotros podrían volverse locos al intentar descifrar los imposibles caminos que se ramifican por delante de todos y cada uno de los elfos, humanos o enanos.

Pero yo había visto de primera mano cuán pesada pesaba tal visión de futuro sobre quienes la poseían. La responsabilidad del conocimiento es, en muchos sentidos, incluso más pesada que la del comando. No importa cuántas veces le rogué a mi esposa que dejara de mirar hacia el futuro, que dejara de tratar de protegerme a expensas de su propia vida, ella no pudo. Si me hubiera pasado algo cuando ella estaba en condiciones de evitarlo, eso la habría destrozado.

Pero, ¿Alguna vez ella había considerado cómo sería mi vida sin ella?

Rinia siempre había entendido mi amargura hacia su regalo. Cuando la guerra entre humanos y elfos finalmente terminó, ella no se ofreció a usar sus habilidades para ayudarme a liderar. Sin embargo, después de lo que sucedió en el castillo volador… era difícil perdonarla por no compartir de lo que ella podría haber previsto antes.

“Viejo hipócrita,” murmuré para mí mismo, poniéndome de pie y comenzando a caminar alrededor de la pequeña habitación cuadrada.

El arrepentimiento hormigueó en mi pecho. Ver a Rinia, que parecía aún más mayor y más desgastada de lo que yo me sentía, me hizo comprender cuánto de sí misma había sacrificado en los últimos meses. Estaba siguiendo el camino de mi esposa — su hermana — pero no se lo agradecería. Aún así, tenía que creer que lo había hecho con un propósito, y que también había elegido dar un paso atrás hacia la luz con un propósito.

Sería un tonto si descartara todo lo que había dicho.

Me acerqué a la ventana y me apoyé contra el alféizar con un suspiro tembloroso. Abajo, una familia de elfos estaba trabajando en el jardín de hongos al lado del Ayuntamiento. Tres pequeños elfos corrieron y brincaron por el jardín, señalando los hongos a sus padres. Cada uno, se agachaba para ver si el hongo estaba listo, luego lo recogía o les explicaba a los niños por qué no estaba listo…

Me preguntaba lo que él hubiese hecho antes de venir a este santuario. ¿Hubiese sido un soldado? ¿O un leñador? Quizá hubiese sido cocinero. Tenía curiosidad sobre lo que él pensaba sobre los artefactos, y más aún sobre si quería o no ser responsable de la decisión que se tomaría dentro de tres días.

Porque, independientemente de sus propios deseos, se esperaba que este hombre prestara su voz a la decisión. Yo le había puesto esa presión.

¿Había sido un acto de sabiduría lo que me había llevado a hacerlo?

Tenía miedo de que, en el fondo de mí, hubiera tomado esa decisión porque estaba cansado. No quería cargar solo con esta carga, no cuando el futuro de toda mi raza estaba en juego.

No cuando estábamos solos entre los grandes poderes de los Clanes Vritra e Indrath.

 

Punto de Vista de Windsom.

 

Muy por debajo, el poblado santuario estaba repleto de inferiores. Unos cientos, según mi estimación, todos hacinados en el centro del pueblo subterráneo. Si cerraba los ojos y empujaba el maná hasta mis oídos, podía escuchar sus charlas confusas, como un campo de vacas mugiendo.

Fue con cierta decepción que me enteré de la recusación de Virion en el asunto de los artefactos de los que había estado tan ansioso por tomar posesión. Desde una perspectiva externa, parecía que se derrumbó en el momento en que su gente descubrió la realidad de la destrucción de Elenoir por la técnica World Eater (Devorador de Mundo).

La mentira nunca tuvo la intención de durar para siempre, sino simplemente ganar tiempo para que comenzara la siguiente etapa del plan de Lord Indrath. Un Dicathen desesperanzado no servía de nada a mi lord. Incluso le había ofrecido a Virion varias sugerencias sobre cuál de los suyos debería ser el primero en ser ungido por los nuevos artefactos. Podría haber comenzado este proceso en cualquier momento durante los últimos tres días, y magos como los Glayders, Earthborns o incluso la Lanza Bairon Wykes ya estarían desfilando frente a estas personas como faros de esperanza.

En cierto modo, esto hizo que el colapso inmediato de su juicio fuera casi personal. Todas nuestras largas conversaciones — todos mis consejos y orientación — fueron abandonados en un instante.

Había sido decisión de Aldir elegir a Virion como comandante de las fuerzas conjuntas de Dicathen, cuando la guerra comenzó en serio. Aldir lo vio como un hombre digno de tiempo y entrenamiento, pero este fracaso fue un claro recordatorio de que todos los inferiores tenían límites, y parecía que Virion estaba llegando a los suyos. Efímeros  y aún más cortos en previsión, los inferiores no tenían idea del verdadero paso del tiempo o lo que estaba en juego más allá de sus propias vidas.

Skydark: Short-lived …Efímeros ..personas de corto tiempo de vida…

Tanto tiempo perdido, pensé, la irritación se aferraba a mí como el polvo de la carretera después de un largo viaje.

Como enviado a Dicathen, había pasado gran parte de mi vida cuidando el continente, asegurándome de que la civilización de los inferiores no implosionara antes de que estuviera completamente establecida. Aunque no le había expresado el pensamiento a mi maestro, estaba ansioso por que esta guerra finalmente terminara para poder buscar un papel más alto en la corte.

Por supuesto, dependiendo de lo que decidieran Virion y su gente, mi servicio hacia ellos podría terminar antes de lo que había imaginado.

Mi cuerpo se fundió en una negrura como la tinta, transformándose en la forma de un gato negro, y salté de la cornisa desde la que había estado observando, saltando de piedra en piedra hasta que llegué al camino que conducía al pueblo.

Tal vez debería haber tratado con la vidente hace años, reflexioné, frustrado por la intervención de Rinia Darcassan. Solo ella entre los inferiores entendió claramente el propósito de Lord Indrath, aunque ella estaba cegada por el sacrificio que se le pedía a Dicathen en lugar de ver el bien que ellos harían al cumplir con su papel dado.

Llegué a las afueras de la congregación antes de que comenzara la reunión. El confuso susurro de la multitud se congeló en voces individuales a medida que me acercaba. Cada voz expresaba una opinión, cada opinión contraria a las demás, creando un atolladero incomprensible y sin dirección. Cómo se podían tomar decisiones de esa manera estaba más allá de mí.

A medida que los inferiores se agruparon más densamente, me deslicé entre sus piernas y salté sobre una pequeña repisa que sobresalía del costado de un edificio de piedra moldeada. Inmediatamente me arrepentí de mi asiento elegido cuando el niño de abajo intentó agarrarme por la cola. No hubo tiempo para reubicarme antes de sentir un cambio en la multitud.

Al otro lado de la plaza, las puertas del Ayuntamiento se abrieron y apareció Virion, llevando uno de los artefactos en forma de vara que Lord Indrath le había regalado. La Lanza humano caminaba justo detrás de él, sosteniendo una segunda, su gema azul y mango plateado, mientras un enano rubio agarraba la tercera, que estaba forjada en oro y engastada con una gema roja, como si fuera una serpiente venenosa.

El ruido de la multitud se calmó en oleadas cuando se dieron cuenta de que su comandante estaba ahora presente. Él simplemente miraba a la gente que se arremolinaba, que llenaba la plaza y todos los callejones cercanos, algunos incluso se asomaban por las ventanas o se reunían en los de tejados bajos. Cuando toda la caverna quedó en silencio, él comenzó a hablar.

“Dicathianos. Gracias por estar aquí hoy. El asunto que tenemos frente a nosotros es de extrema importancia para cada alma dentro de este refugio, y es esencial que se escuche cada voz mientras determinamos cómo avanzar como colectivo.” Virion hizo una pausa, permitiendo que se desvaneciera un poco de conversación. “Sostengo en mi mano un artefacto capaz de hacer avanzar a un mago hasta o incluso más allá del núcleo blanco. Este poder se nos ha dado para que finalmente podamos estar en pie de igualdad con nuestros enemigos.”

Hubo algunos vítores y gritos de preguntas ante esto. Encontré la falta de disciplina y respeto atroz, pero Virion solo esperó a que el ruido se calmara antes de continuar.

“Estos artefactos han sido elaborados por los asuras de Epheotus y Lord Indrath nos los regaló. Pero, como estoy seguro de que todos ya saben, es cierto que Lord Indrath también emitió la orden para que el asura conocido como General Aldir atacara a los Alacryanos en Elenoir, lo que resultó en la destrucción del hogar de los elfos.”

“¡Asesinos!” gritó un humano barrigón.

“¡No aceptaremos la ayuda de esos demonios!” una mujer elfa chilló. Le faltaba un ojo, el espantoso agujero donde una vez había sido descubierto para que todos lo vieran. “¡Eres tan malvado como ellos! ¡Traidor!”

“¡Más allá del núcleo blanco, estúpidos!” gritó una voz profunda que no pude localizar. “¡Podríamos recuperar nuestros hogares, malditos orgullosos!”

Desde un tejado, un joven humano hizo estallar su martillo de guerra contra la piedra. “¿Por qué votar? ¡Comandante, solo deje que aquellos de nosotros que queremos fortalecernos usemos los artefactos!”

Una docena de voces resonaron en un confuso revoltijo de apoyo y condena, y la multitud parecía a punto de estallar en violencia. Sin embargo, antes de que pudiera avanzar más, el sonido de un trueno sacudió la cueva. El niño que me había estado abordando giró hacia su padre, gimiendo de sorpresa y miedo.

Examiné a la lanza. Bairon Wykes podría haber sido una mano firme para dirigir a los Dicathianos en otras circunstancias, pero estaba demasiado alineado con Virion.

Todavía quedaban el resto de las Lanzas, por supuesto. Varay Aurae en particular había sido una poderosa figura decorativa. Sin embargo, había demostrado ser completamente leal a Dicathen, y era poco probable que se pusiera del lado de Virion y el consejo inferior.

“Hay mucho tiempo para discutir cómo responderemos a los asuras, o de hecho lo que la gente desea hacer conmigo,” continuó Virion, su voz resonando a través de la caverna. “Pero hoy, estamos aquí con un propósito específico, uno de suma importancia que cambiará el rostro de esta resistencia. La elección es esto: ¿aceptamos el regalo del poder, que nos han advertido que podría llevarnos por un camino de destrucción, o lo rechazaremos, despreciando al Clan Indrath y tal vez poniendo a los escasos restos de nuestra nación contra los mismos asura?”

Aunque me hubiera gustado cerrar los ojos y los oídos ante el circo que siguió, no tuve más remedio que escuchar atentamente mientras, uno por uno, las personas comenzaban a decir lo que pensaban.

Algunos hablaron de supervivencia, otros del bien y del mal. Muchos lloraron con lágrimas la pérdida de su hogar en el bosque, mientras que otros predicaron el pragmatismo. A pesar de todas sus palabras, no me pareció que se hubiera logrado nada. Aun así, tomé nota de lo que se dijo mientras los miraba a todos, atento tanto a sus palabras como a sus acciones.

Eleanor Leywin miraba con su madre y su oso guardián desde una terraza a mi izquierda, pero no dejé que mi mirada se demorara en caso de que la joven humana perceptiva notara mis ojos y conectara esta forma con mi apariencia normal.

El inventor Gideon también estaba presente, con los brazos cruzados y una expresión amarga en el rostro. No era frecuente que los asura tomaran nota de los artificers de Dicathen, pero Gideon tenía una mente inusual. Habría sido muy desafortunado si el Clan Vritra le hubiera puesto las garras encima.

Había muy pocos inferiores en el santuario que hubieran sido realmente notables.

Pasó una hora o más mientras iban y venían como niños jugando al lanzamiento de rocas. Más que suficiente para considerar la ironía de sentir que los minutos de mi vida pasan inútilmente, a pesar de ser mayor que incluso el más mayor de los elfos. Justo cuando decidí que debían haber olvidado el motivo de esta conversación, Virion pidió silencio.

“Ahora vamos a votar. Amigos, les pido que levanten la mano todos los que estén a favor de usar estos artefactos.”

Las manos de todo el pueblo se levantaron, pero había demasiada gente para saber si era más o menos de la mitad. Junto a Virion, una maga levantó las manos y envió un pulso de maná de atributo viento que se extendió a través de la multitud como una onda en un estanque, tirando de mi piel mientras pasaba a toda velocidad. Se inclinó hacia Virion y le susurró un número al oído.

El asintió. “¿Cualquiera que se oponga a usar las reliquias, por favor levante la mano?”

Las manos se levantaron de nuevo. Noté muy claramente que Eleanor estaba entre ellos, al igual que Gideon. Me sorprendió ver que Virion no había levantado la mano en ninguna de las dos ocasiones, y tampoco la Lanza.

Una vez más, un pulso de viento revoloteó a través de la caverna. El mago se inclinó hacia el oído de Virion. No se dirigió inmediatamente a la multitud, pero cuando lo hizo, fue con un claro tono de resignación.

“El pueblo ha hablado. Rechazaremos los artefactos y, al hacerlo, rechazaremos la mano amiga de Lord Indrath. Nuestros magos no estarán atados a los asura, y continuaremos buscando una manera de resistir la ocupación Alacryana de nuestro continente.”

“Pero aquellos de nosotros que queramos deberíamos…”

“¡La sabiduría prevalece!”

“—exigimos un recuento—”

“¡— se hicieron enemigos de las deidades!”

“—deberían ser juzgados como traidor—”

No pude evitar suspirar, mis pequeños hombros subiendo y bajando en decepción mientras los inferiores se desbordaban, la multitud inmediatamente comenzó a gritar y empujar ahora que las sutilezas habían fallado. Los guardias y algunos de los magos más fuertes entraron, separando a los grupos que peleaban y gritaron para que la gente se dispersara y regresara a sus hogares. Las esposas se aferraban a sus maridos, los padres abrazaban a los niños y los amigos compartían miradas inseguras.

Tan tontos, pensé, saltando de mi posición elevada y zigzagueando entre los pies que pisoteaban.

Durante mucho tiempo ellos nos habían considerado a los asura como deidades. Deberían haber estado más agradecidos por lo que habíamos hecho, tenernos en mayor consideración.

O, salvo eso, deberían haber recordado tenernos miedo.

Tal vez la historia esté destinada a repetirse después de todo, consideré, ya preparando mentalmente mi informe para el Lord Indrath.

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